15 julio 2009

Sinfonía para Violín


Hoy me encontré con Augusto, el grillo. Ya hacía días que me buscaba. Llegó volando hasta mi salón de clases y me reclamó por haber matado a Candinga en un cuento. Ahora, ¡quién afinaría su violín!. Me ofrecí para hacer el trabajo. Extendió sus patas para entregarme el instrumento. Comencé la tarea, mientras escuchaba el bla, bla, bla de ésa aburrida clase. Augusto brincaba de allá para acá impaciente por mi tardanza. Reflexioné y quise hacer algo para revivir a Candinga, pero ya no podía (eso de jugar a Dios para revivir es complicado). Las palabras de Augusto me regresaron de mis pensamentos:

-Candinga lo hacía más rápido, tenía mucha práctica.

Quise dar explicaciones, pero el grillo se lanzó volando por entre las cabezas de mis compañeros. Por un momento, temí que saliera y no regresara nunca. Pero se detuvo en la entrada  del salón, para escuchar a los otros grillos que ya tocaban sus afinados violines en el jardín. Cuando terminé le hice psst, psst, psst y de salto en salto regresó a mí, tomó su instrumento y, de salto en salto, salió entonando una sinfonía para violín.

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