12 febrero 2009

Infidelidad: Versión en que nos descubrieron (6a. parte de 8).

Salgo de la casa, como todas las tardes desde hace tres meses. No importa si llueve, no importa el calor, la gente, los empujones con apretujones, no importa que seas casado, que esté casada, no importan los hijos. Importa que nuestra piel está envenenada, de tus caricias de mis caricias, de tu lengua, de mi boca. Atravesamos el parque, lleno de recuerdos: los árboles que han atestiguado nuestras caricias infieles, los hoteles donde hemos penetrado el cuerpo, el alma, la piel, los cafés tomados, los cigarros quemados. Recuerdos que no se pueden borrar con llamadas, encuentros desagradables, voces que reclaman nuestros encuentros,  criticas de quiénes no conocen nuestros sueños, sueños que compartimos. Hace mucho no compartía sueños, deseos, sudor y sexo. Me perdono, te perdono. Buscamos disculpas para lavar conciencias, para que todas las noches podamos seguir tomando cerveza y sexo de lengua, de boca, de culo. No importa que cuando llegue a casa me diga que alguien lo puso al tanto de lo nuestro, que me vaya, que pierdo todo, todo menos a ti, que pasas por lo mismo, que tomas la maleta, la llenas de ropa y te liberas, huyes, tomas valor y huyes. Sin dolor ni pena alguna me duermo, mañana será otro día, mañana podré explicar, mañana como todos los días desde hace tres meses, saldré por la tarde. No importará la lluvia… la gente… el bullicio… iré al café de los infieles, me sentaré a la misma mesa a beber café y humo de cigarro y esperaré…

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