26 diciembre 2008

La Casa de la Sirena


Hace varios años la casa de la Sirena estaba cubierta de nubes grises que la acompañaban en tristeza y soledad. Pero tu llegada todo lo ha cambiado: los rayos del sol han alimentado la vegetación que la habita y su verde es muy intenso.  Su fuente dejó de llorar y la tortuga que antes vivía aquí, ya regresó. La casa abre a diario sus puertas esperando tu llegada. La figura regordeta de la Sirena que la habita se vislumbra en aquel rincón de la esquina y tiene su rostro iluminado de esperanza, desea amarte. Mil leyendas rodean su existencia. Lo único cierto es que su canto se apagó por que ningún Ulises quiso oírla. Antes el viejo portal servía de punto de encuentro para enamorados. La casa lloraba a diario por no tener a quien amar. Ahora tu presencia rehace ese sentimiento. Todo es barullo en su interior. Una iguana se asolea, mientras que aves parlotean cantos que hipnotizan a la lagartija que ya vive bajo el tulipán. Las mariposas, llevan y traen, van y vienen, vaivén que confunde a las flores con sus alas y el aire que esparce su polen. La Sirena está empotrada en una piedra de color extraño, a veces es verde y otras azul. Siempre está esperando que tu llegada rompa la soledad del día. A diario hay fiesta en su patio de corazón verde, verde, con caminos de piedra que son pisados por las sandalias de sueños que la calzan, terca como la sangre que es siempre roja y el viento invisible. Sus suspiros se rehacen en quien los recrea. Siempre está observando: uno que otro camarón en la pila de agua; una enredadera que sube por los andamios de la escalera; la lluvia que chispea sobre su alfombra de pasto; los recuerdos que le trae el olor a humedad; las caricias febriles que de vez en cuando le brindas. La misteriosa Sirena siempre observa, observa y eterniza. La casa tiene piso de mármol, frío, para alejar a las criaturas mitológicas que quieren quitarle a su nuevo Ulises. Su nobleza no se distingue en su cara: su rostro es redondo y su nariz chica, sus labios roñosos y su cuerpo esta lleno de escamas místicas que confunden al tacto. Sin embargo, su belleza no es física, ni palpable. Más bien está en su interior, sus sentimientos la hacen un ser adorable. Ningún arquitecto pudo haberla edificado como lo que es: una Sirena, una mujer, mitad pez, mitad mujer. Su deseo es endulzar tus sueños con sus cantos, escúchalos: "¡Ven... ven... Entra  a la casa de la Sirena!".

2 comentarios:

Amarantha Vázquez dijo...

Yo quiero una para llevar, por favor.

Serpiente sabor Sandía dijo...

Este texto lo escribí dedicado al Hotel Diego de Mazariegos (en San Crisbosnia de Las Crisis), que antiguamente era conocido como La Casa de la Sirena, debido a que dos de sus esquinas principales son adornadas por estatuas de yeso con forma de Sirenas...